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MI HÉROE

MI HÉROE

 

El metro de Bruselas es uno de los lugares más destemplados,
impersonales e inhóspitos que conozco. Y en un lugar así, sólo podría
sobrevivir un ser tan sensible como él. Mirada profunda y sonrisa tímida. Su
madre le cohibía y su hermano le necesitaba, pero él no acumulaba ni 10 años.

 

El tren que nos encierra llega a una parada que parece el
inesperado fin de nuestro viaje. La megafonía escupe una voz fría y cortante
que lanza a los que le entienden al andén. El resto nos quedamos dentro
intuyendo que no lo estamos haciendo bien.

 

Sentada junto a la ventana, busco respuestas y sólo le
encuentro a él. En un castellano gesticulado, le pregunto si tengo que salir
fuera y él asiente. Cuando me dirijo hacia la puerta, ésta se cierra y el tren
comienza a moverse. El pánico le inunda los ojos. Y yo estoy encerrada en un
tren que no se a dónde me lleva y por un motivo que desconozco. En la siguiente
estación, el tren se para y mi verdugo recorre el andén. Seremos unas 10
personas las secuestradas y nadie sabe cómo consolarse.

 

El tren realiza un cambio de aguja y vuelve sobre sus pasos.
Alguien ha debido cambiar de opinión sobre nuestro destino. Regresamos a la
estación y, entre la multitud, la mirada de mi pequeño, buscándome entre la
gente. Desesperado. Cuando consigue identificarme, sonríe y su cuerpo se
relaja. Sin palabras, bromeo con el incidente pero su madre a punto está de
descubrir nuestro secreto. Subimos de nuevo al tren y en la siguiente parada
los tres lo abandonan. Mirada clavada al suelo para no tener que recordarme.
Pero su inocencia es curiosa. Una sonrisa sincera, una lánguida
mirada y me despido para siempre de mi héroe.

 

 

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